Raspeando los caminos, el Ermitaño sin barbas y la Virgen Embarazá – II
Seguimos dándole a la bestia Prusiana.
Suave, pero con firmeza.
Un poco más adelante vemos allá al fondo abajo, del lado contrario que nos dijo el paisano, un caserío grande medio en ruinas «Collao de Abajo» ponía un cartelito.
Sin pensarlo tuerzo y me encamino al lugar.
Mi compañero de nuevo meneando la cabeza.
-¿Qué? -le pregunto.
-No, nada, es que la cabra tira al monte, yá se yá.
-Es solo un momentico, le digo.
Al llegar, hermosas ruinas de piedra de lo que fué un lugar apacible pa vivir, de 10 /12 casas apenas 2/3 en pié, una era una fuente lavandera con agua cristalina y lo mas precioso, al fondo abajo, entre las piedras, un rianchinho con un pigo de agua.
-¿Ves? ¿Lo vés, cómo aparecen las sorpresas…?
-Bueno, bueno, es suerte -me dice mi compañero.
Me lo grabo en la mollera y retomanos a por Ermita,
En no mas de 10 minutos, aparece en lo alto el monte.
Al llegar, la ermita está cerrada; damos unas voces y, remiramdo, vemos al fondo de la explanada, al amparo de la tapia, en lugar más soleado, un bulto dormitando, bien tapado de mantas del que solo aparecía la gorra.
Me acerco levemente pá no asustarlo y que le tiempo a que despertar, pero tengo que insistir.
Maestro, maestro, pero nada de nada.
Me da pena interrumpirlo de su siesta mañanera.
En eso que volvia sobre mis pasos, se acordó.
-Hola, ¿cómo estáis, jóvenes?
-Ná, que pasábamos por aquí y vimos la ermita.
-Ah, güeno, espera un minutico que llamo a mi mujer, ques questá algo sorda.
En unos minutos llega la ermitaña, toa de negro, pañuelo a la cabeza, más cerca de los 90 que de los 80, pero ágil como una cabra.
Con el ato de llaves de algunos cientos de años nos abre la pesada puerta y nos va mostrando todo.
Nos cuenta que en tiempos de la guerra escondieron la Virgen y toas sus joyas, porque en el pueblo decian que los rojos de la capital le iban a pegar fuego…
«Ante mí la vi.»
Imponente.
Bonita.
Con toas sus joyas reluciendo.
Me senté pa disfrutar el momento y pedirle alguna cosa…

No pude menos que pensar que esto en Ultramar no vá.
Le pregunté a la ermitaña si no tenia reparo que robaran tanta belleza.
No joven, nó, Dios no lo permite.
Joven ven, que veo que te gustan estas cosas, que te enseñe algo que te vá a gustar.
Y se metio por un pasadizo por atras del altar que daba a una escalinata y ahi apareció
otra sorpresa au mayor.
Varios frescos del siglo XVII (creo), bien coloridos y conservados.

De entre todos el mas top de top es la imagen de la Virgen con su familia y «Embarazá».
Le pregunté a la mujer por el embarazo de la Virgen.
-Joven, lo que pasa es que los curas se guardan estas cosas, porque piensan que el pueblo es ignorante…
Ahí repasé en mi mollera mis 4 años de Religión en el instituto y, efectivamente, eso no venía…
¡Qué perdida de tiempo!
Despues le agradecí, le dí unas pesetas -o euros- y un abrazo.