Raspeando los caminos, el Ermitaño sin barbas, y la Virgen embarazá I
Era un día fresquito pero soleado, el invierno daba sus últimos coletazos.
De esos de buscar un amparo pá dejar que el sol vaya calentando los güesos.
Pá sentir los resuellos del pecho aprovechando el calorcito.
Habíamos ido a la aventura, a pasar por caminos escondidos, de esos que no pasa nadie.
Mi BMW 320 raspaba su barriga por aquellos pedregales, levantando polvaredas secas.
Mi acompañante no reclamaba, ¡seguramente porque él no era el Amo de la bestia!
Pero daba cabezás de pena.
A cada raspada, le dolía el alma, ya con acumulo de pena, no pudo esperar y me soltó con delicadeza:
-¿Onde ostias vamos? Vas a destrozar el coche.
-Tranquilo -le dije- debe faltar poco y, además, este coche es tecnología alemana y si se rompe, pues trabajo pal mecánico, que de algo tendrán que vivir.
( Sin duda eran tiempos de Plata Dulce), como dicen en Ultramar.
En eso apareció un trigal.
Hermoso.
Reluciente.
Explotaba de belleza.
De esos de fin de verano, aunque estamos en primavera -pensé-…
Paré, lo remiré y sí estaba alli, no había duda.
Le eché una foto, «por las dudas».
Ahí caí en la cuenta que en Ultramar las estaciones estan cambiás y cuando aquí es primavera allí es otoño.
Entonces sería, que por azar de la vida, o sabiduría de la naturaleza el trigal se había mudao a nuestras tierras.
Y siguió su ciclo de vida como en sus pampas del Ultramar.
El Trigal

Un poquico mas p’alante, no lo podía creer…
De entre un inmenso y seco pedrerío apareció un bancal de almendros viejos y retorcíos cargaos de almendras ya gordas pá cosechar.
Ahí vi de la callada sabiduria de las matujas.
De como no reclaman.
De su paciencia.
De vivir con lo que hay.
Del esforzado campesino, aliado del arbolico.
Su protector.
Su amigo.
Su compañero de viaje.
El pedregal

Continuamos arando los caminos, yá con mi copiloto un poco mas conformado por las gratas sorpresas que iban apareciendo.
-¿Lo ves, cómo pá ver hay que mirar? ¿Te das cuenta cómo el asfalto es pá gastar ruedas?
-No me jodas, vas a destrozar el coche y tú tan tranquilo.
-Escucha una cosa: dentro de unos años no sabremos si íbamos de coche o bicicleta, pero el día de hoy quedará en la memoria.
En eso, con tanta conversacion, casi me como a un paisano con su mula.
Paré, asi como pá disimular mi torpeza y pedirle disculpas.
-De ná joven, ve con Dios y con tiento.
-Maestro, ¿sabe ud. dónde está la ermita, que man dicho que está por estos montes?
-Si, estáis como 2/3 leguas, atrás de aquel collao, seguís tó tieso y al pasar una hondoná con un puñao de chaparros, torcéis pal lao izquierdo y al ratico la veréis aparecer en lo alto el monte.
Si no aparece naide aporrear bien la puerta grande, ques questan medio sordos los ermitaños.
Yá no estan mu catolicos no. Proveciquios, rondan los 90, pero no hay Dios que los haga vajal al pueblo.
Cualquier dia estira alguno los dos la pata y vamos a tener que correl.
Ale, que tengáis un dia güeno.
Ya con la conciencia apaciguada, y los ojos atentos al camino seguimos la andadura…
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Las músicas de Ultramar
Volvemos al tango de la mano de D’Arienzo con su orquesta tipica y la voz de Echague.
Si duda uno de los maestros de orquesta de tango, que con su mano firme dirije los sonidos.
D’Arienzo & Echague
Paciencia