Las cruces en el Camino

Una tras otra van apareciendo cruces y más cruces.

Hasta hace una o dos generaciones la cruz no era solo la marca de los curas y aledaños.
En cualquier remota aldea era el enlace con la dura naturaleza y el cielo con su dios que era respetado en lo humano y compañero en lo divino.
Cuando la naturaleza se revolvía arruinando un año de trabajo y llegaban las hambrunas y calamidades, después de unos días de tristezas y blasfemias, reiniciaban las rogativas para el próximo año.
Mirando de frente su cruz le retaban como hombre pidiéndole que se comporte con dignidad y respeto.
Que tras siglos de luchas con la morería, ahora ya no es tiempo de más calamidades.
Que la lluvia llegue cuando deba de llegar, los fríos y las nieves más tarde.
El sol cada día.
Que las vacas den sus terneros, las ovejas sus cabritos y las gallinas que no falten.
Muchos hijos pal duro trabajo.
Hijas pa los ajuares y la casa
Los domingos a la iglesia limpios como la patena.
Bodas, Bautizos, entierros, responsos y si el cura era güeno «eucaristía» hasta pá los hombres.

Una vez al año por el santo o virgen del lugar una Romería con sus cantos y bailes populares.
Es el tiempo de que los mozos prueben su suerte con las mozas casaderas del lugar.
¡Algún osado mozo forastero dando un arriesgado merodeo tal lobo en invierno…!
El cura y hasta el obispo a veces marcando las líneas, que nadie respeta, pero por recelo o precaución todos las escuchan.
Alcalde, funcionarios, caciques, amos y demás blangandrunes, con sus mejores hatos.
Corre el vino y las mejores viandas.
Todos comparten la olla común.
Una vez al año los quintos celebraban su despedida, tal vez sin retorno, bien por aventuras coloniales o por probar suerte en otros lugares…
Después de siglos de equilibrio y sosiego, llegaron los tiempos de la radio, la TV y el abandono definitivo en masa hacia la modernidad.
Casas vacías.
Aldeas vacías.
Nadie quedó.
América, Frankfurt, Madrid, Bilbao, Cataluña.
Solo piedra y cruces por los campos y montes.
Es lo que quedó
