Aun no amaneció en la estación Murcia del Carmen.
Con sus viejos railes de yerro fundío, duros como el acero.
Railes y trenes del recuerdo, sobre los que los críos poníamos los tapones de cerveza justo antes de que pasara el tren y el maquinista tiraba del hilo del pito como un condenao para que nos apartáramos…
¡Lisicas y pulidas se quedaban, como monedas de dos caras, pues en algún momento inventamos poner dos juntas, de un lado Estrella de Levante y del otro El Azor, o la Mirinda e incluso la Canada Dry!
Esas últimas eran las más difíciles de conseguir, pues solo en los bares de los señoritos de Murcia capital podías encontrarlas…
¡Espero el Ave Murcia-Burgos para retomar el Camino de Santiago donde el año pasado me apee de la ruta!
El Ave, este Ave versión Panocho al igual que el de Extremadura recientemente inaugurado, representan el último grito en cuestión de tecnología.
Sin embargo.
A pesar de eso.
Parece ser.
Que les faltan las vías tipo Ave.
Y ahora con la cuestión Ukraniana nadie sabe qué pasará.
Pues las fábricas de hacer €»s en estos delicados momentos están volcadas en pagarle la cuenta a USA por los cuantiosos fletes de gas, petróleo y armamentos.
Aun así inicio el camino.
He de ir primero a Orihuela; allí, bajar y tomar otro Ave, que me lleva a Madrid. Desde allí, he de coger otro tren que me lleva a Chamartín; ya desde allí tomar el Ave de Galicia y bajarme en Valladolid.
En Valladolid tomar el Ave que va a San Sebastian y bajarme en Burgos. Ya en Burgos he de esperar el autobús a la ciudad pues los castellanos como buenos previsores han hecho la estación Ave a 15 klm.
No me quejo, no, pues me gusta lo imprevisible, lo difícil.
Es en la aventura donde soy yo mismo, donde mi inspiración toma fuerza.
A pesar de ese espíritu mío me llegan los buenos y viejos recuerdos de mis viajes Murcia-Madrid directo.
El Correo lo llamaban.
Siempre el mismo tren.
El mismo revisor.
La misma Maquina.
Los mismos asientos.
Solo cambiaban alguno de los pasajeros que subían o bajaban de esos pueblos, pueblitos o apeaderos de La Mancha.
El guardaagujas cambiando de vías.
El Jefe de estación dando la salida con su pitido y hondeando la bandera.
Un último pasajero corriendo como loco para subir al tren en marcha, «Su maletica atá con sogas».
El frio intenso de las madrugas manchegas.
Eso sí eran trenes.
Eso sí era tecnología.
Ahora tenemos Aves…
Llegué a Burgos capital donde una amable señora en su ánimo de ayudar a que no me pierda, me hizo bajarme dos paradas antes de lo correcto y ya empezé caminando media Burgos para llegar al albergue.
Estuve a punto de no seguir los consejos de la amable señora, pues percibí que estaba equivocada, pero no quise darle ese disgusto a su amabilidad.
así que me andé un ratito, llegué a mi destino y Pensé en lo feliz que se quedó la señora al ayudar a un «Peregrino»…
